lunes, 1 de septiembre de 2014


EL AVENTURERO DISCRETO
 



“Que busca aventuras”, esta es la primera acepción que de la palabra “Aventurero” nos ofrece el diccionario de la RAE. Así, cuando leemos un libro “de aventuras” encontramos piratas, caballeros, pistoleros, buscadores de tesoros, bárbaros sanguinarios…todos ellos, y muchos más, viven aventuras, pero suelen tener otros menesteres. Es muy complicado encontrar un “Aventurero puro”, vamos, con “dedicación exclusiva”, tanto en la literatura como en el Cómic. Entre estos podemos mencionar a “Tintín” o “Corto Maltés”, grandes iconos de la Aventura. Hoy quiero presentaros a un nuevo personaje, no tan reconocido como los anteriores, pero igualmente excelente en sus andanzas, “Theodore Poussin”. Considerado uno de los grandes cómics de aventuras europeos, fue creado, en 1984, por el dibujante francés Frank Le Gall, como un homenaje al Tintín de Hergé, al que, por cierto, se parece físicamente, e inspirado directamente en su abuelo, marinero de profesión. El enfoque de sus aventuras es mucho más adulto que las creadas por Herge, para Tintin, quizás cercanas a la melancolía de Corto Maltés, el inmortal personaje de Hugo Pratt. De hecho, como ocurre a veces con Corto, Theodore es, más que el protagonista, un espectador de los hechos. Estamos en Dunkerke, 1927, el joven Théodore Poussin, huérfano de padre, marino mercante, está empleado en una compañía naviera, sueña con el mar y la aventura romántica; los nombres de ciudades lejanas y exóticas, Dakar, Buenos-Aires, Shanghai, que su pluma desgrana en el curso de días largos y nebulosos ocultan una llamada irresistible, la del ancho Océano y tantas maravillas por descubrir. Un día se decide y, dejando madre y hermana llorosas y tristes, embarca en el Cabo Padaran, rumbo a los mares de Indochina, siguiendo los pasos de su tío, desaparecido y, presuntamente muerto, en 1916, en Haiphong. Que poco podía imaginar nuestro héroe que tardará tres largos años en volver, mientras recorre el lejano Oriente, desde Singapur hasta Saigon. Allá, en Asia, la aventura, la sombra de un tío desaparecido, piratas sanguinarios, el rastro de un tesoro perdido y varios golpes duros e inesperados irán conformando el aventurero que lleva dentro y está por aparecer. Theodore Poussin bebe en las fuentes de la mejor aventura, inspirada en obras inmortales llenas de viajes exóticos, de la mano de los Emilio Salgari, Jack London, Robert Louis Stevenson o Joseph Conrad. A lo largo de los 12 álbumes de la serie podemos apreciar el giro artístico, caricaturesco en los primeros tomos y muchísimo más detallado y elegante en los posteriores, con unos excelentes y cuidados fondos, con espectaculares paisajes que realmente nos hacen “viajar al misterioso Oriente”. En otro orden de cosas, los guiones también son cuidados al máximo, en este sentido Le Gall cuenta con la colaboración de Yann, proponiéndonos ambos tramas muy interesantes, bien trabajadas y llenas de sorprendentes desenlaces, con abundantes secundarios que enriquecen las historias. Además de todo esto, hay que puntualizar que Theodore Poussin no es un aventurero al uso, en primer lugar su apariencia frágil y despistada no ayuda a identificarnos con el héroe de acción; además, no es la acción o los enfrentamientos con villanos, que haberlos los hay, lo que aglutina las líneas argumentales de sus historias, sino que, el misterio de la trama, las relaciones entre personajes, los desenlaces sorprendentes, las situaciones complicadas, son las que acabaran atrapándonos. Os lo recomiendo si queréis disfrutar de un verano aventurero, en España lo edita Planeta, y a un precio, muy asequible.

 


 

















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