“Que busca aventuras”, esta es la primera acepción que de la palabra
“Aventurero” nos ofrece el diccionario de la RAE. Así, cuando leemos un libro
“de aventuras” encontramos piratas, caballeros, pistoleros, buscadores de
tesoros, bárbaros sanguinarios…todos ellos, y muchos más, viven aventuras, pero
suelen tener otros menesteres. Es muy complicado encontrar un “Aventurero
puro”, vamos, con “dedicación exclusiva”, tanto en la literatura como en el
Cómic. Entre estos podemos mencionar a “Tintín” o “Corto Maltés”, grandes
iconos de la Aventura. Hoy quiero presentaros a un nuevo personaje, no tan
reconocido como los anteriores, pero igualmente excelente en sus andanzas,
“Theodore Poussin”. Considerado
uno de los grandes cómics de aventuras europeos, fue creado, en 1984, por el
dibujante francés Frank Le Gall,
como un homenaje al Tintín de Hergé, al que, por cierto, se parece
físicamente, e inspirado directamente en su abuelo, marinero de profesión. El enfoque de sus aventuras es mucho más adulto que
las creadas por Herge, para Tintin, quizás cercanas a la melancolía de Corto
Maltés, el inmortal personaje de Hugo Pratt. De hecho, como ocurre a veces con
Corto, Theodore es, más que el protagonista, un espectador de los hechos.
Estamos en Dunkerke, 1927, el joven Théodore Poussin, huérfano de padre, marino
mercante, está empleado en una compañía naviera, sueña con el mar y la aventura
romántica; los nombres de ciudades
lejanas y exóticas, Dakar, Buenos-Aires, Shanghai, que su pluma desgrana en el
curso de días largos y nebulosos ocultan una llamada irresistible, la del ancho
Océano y tantas maravillas por descubrir. Un día se decide y, dejando madre y hermana llorosas y tristes, embarca en
el Cabo Padaran, rumbo a los mares de Indochina, siguiendo los pasos de su tío,
desaparecido y, presuntamente muerto, en 1916, en Haiphong. Que poco podía
imaginar nuestro héroe que tardará tres largos años en volver, mientras recorre
el lejano Oriente, desde Singapur hasta Saigon. Allá, en Asia, la aventura, la sombra de un tío desaparecido, piratas
sanguinarios, el rastro de un tesoro perdido y varios golpes duros e
inesperados irán conformando el aventurero que lleva dentro y está por aparecer.
Theodore Poussin bebe en las fuentes de la mejor aventura, inspirada en obras
inmortales llenas de viajes exóticos, de la mano de los Emilio Salgari, Jack
London, Robert Louis Stevenson o Joseph Conrad. A lo largo de los 12 álbumes de
la serie podemos apreciar el giro artístico, caricaturesco en los primeros
tomos y muchísimo más detallado y elegante en los posteriores, con unos
excelentes y cuidados fondos, con espectaculares paisajes que realmente nos
hacen “viajar al misterioso Oriente”. En otro orden de cosas, los guiones
también son cuidados al máximo, en este sentido Le Gall cuenta con la
colaboración de Yann, proponiéndonos ambos tramas muy interesantes, bien
trabajadas y llenas de sorprendentes desenlaces, con abundantes secundarios que
enriquecen las historias. Además de todo esto, hay que puntualizar que Theodore
Poussin no es un aventurero al uso, en primer lugar su apariencia frágil y
despistada no ayuda a identificarnos con el héroe de acción; además, no es la
acción o los enfrentamientos con villanos, que haberlos los hay, lo que
aglutina las líneas argumentales de sus historias, sino que, el misterio de la
trama, las relaciones entre personajes, los desenlaces sorprendentes, las
situaciones complicadas, son las que acabaran atrapándonos. Os lo recomiendo si
queréis disfrutar de un verano aventurero, en España lo edita Planeta, y a un
precio, muy asequible.
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